Muere Hitchens, apóstol del ateísmo e intelectual independiente y radical
El autor de 'Dios no existe'
fallece a los 62 años de un cáncer de esofágo, tras una vida contra los
tópicos de la socialdemocracia
ANTONIO PANIAGUA | MADRID. (Para "La Voz de Cádiz")
Se ha apagado a los 62 años una voz radical e
insobornable. La muerte se ha llevado al escritor, periodista y filósofo
británico Christopher Hitchens, un polemista y abanderado del ateísmo
desde que publicó el clásico 'Dios no existe'. Audaz, independiente y
soldado feroz contra cualquier forma de dictadura, Hitchens murió el
jueves por la noche en el hospital MD Anderson, de Houston (EE UU), a
causa de una neumonía que era consecuencia del cáncer de esófago que se
le diagnosticó en junio del año pasado.
Hitchens era una rara avis, un intelectual inclasificable
que se movía con soltura tanto en el campo del pensamiento político de
izquierda como en la filosofía, todo ello adobado con declaraciones
controvertidas y su fama de vividor. Hijo de una familia de clase media
con posibilidades de prosperar, cursó estudios en Oxford. Coqueteó con
la contracultura y militó en el Partido Laborista, del que fue expulsado
por su radicalidad, de la que jamás abdicó. En los ambientes
libertarios que afloraron en la década de los años setenta y ochenta, se
bebió la vida a tragos. Fumó todo lo susceptible de ser fumado y
trasegó cualquier líquido que despacharan en cualquier garito, ya fuera
sórdido o elegante. Por esos años se hizo amigo de Martin Amis e Ian
McEwan, dos exponentes del 'dream team' de la literatura británica,
según la expresión acuñada por Jorge Herralde.
Con el paso de los años rompió ataduras con esa izquierda
biempensante y pusilánime que miró para otro lado cuando el ayatolá
Jomeini dictó una fatua contra el novelisya Salman Rushdie, en 1989. Que
la izquierda moderada y socialdemócrata tratara de justificar el atroz
edicto de los integristas islámicos soliviantó de tal modo a Hitchens
que arremetió duramente contra ella. Frente a la cobardía de algunos
progresistas, Hitchens y otros como el hicieron piña en torno a Rushdie y
sus 'Versículos satánicos'. McEwan, por ejemplo, ocultó en su casa al
autor de esa obra maestra que es 'Hijos de la medianoche'.
La condena a muerte de su amigo le empujó a ir
desmontando uno a uno los tópicos y clichés de la socialdemocracia, y lo
hizo sin abjurar de sus convicciones de izquierda. Tan pronto fustigaba
a la madre Teresa como al matrimonio Clinton, o componía un lúcido
elogio del ateísmo. Abominaba de Margaret Thatcher, del capitalismo
salvaje, del aborto, de la guerra de Vietnam. Como se ve, un personaje
no bien recibido en los salones de la corrección política. La detección
del cáncer que sufría se produjo justo cuando estaba inmerso en la
promoción de sus memorias, 'Hitch-22', editadas en España por Debate. Se
trata de un libro trufado de humor, delicioso y conmovedor. A lo largo
de sus páginas revisa la trágica historia de su madre y analiza figuras
de la talla de Chomsky, Said, Kingsley Amis o McEwans, además de
describir el Oxford revolucionario de los sesenta. Hitchens fijó sus
residencia en EE UU en 1981 y colaboró con las publicaciones más
prestigiosas: desde 'Vanity Fair' a 'The New York Times Review of
Books'.
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